Álex Alonso Calleja »
¿Y si hubiese algo tóxico en el aire pero le lleva unas cuantas décadas matarte? Parece un buen argumento para una “conspiranoia”… pero así es. Hablo, claro está, del oxígeno.
Brevemente, el oxígeno apareció en la atmósfera terrestre hace alrededor de 2.500-1.600 millones de años, producido como desecho por las bacterias y arqueobacterias fotosintéticas. Este compuesto resultó enormemente tóxico para las especies anaerobias existentes en la época, lo que condujo a una crisis ecológica, conocida como la Gran Oxidación.
Desde entonces ha llovido bastante y los bichos vivientes se han adaptado bastante bien a su presencia, tanto que se ha vuelto imprescindible para algunos. Los organismos aerobios, capaces de utilizar el oxígeno para mejorar enormemente el rendimiento de su metabolismo están distribuidos por toda la tierra. Pero todo tiene un coste.
En nuestro organismo el oxígeno juega un papel fundamental en la respiración mitocondrial para obtener el ATP necesario para vivir, además de otras funciones menores (aunque relevantes). Sin embargo, no somos capaces de manejar el oxígeno a la perfección y, en pequeñas proporciones, puede formar especies reactivas de oxígeno (ROS). Estas incluyen al superóxido, el agua oxigenada o el radical hidroxilo, todos ellos altamente reactivos.
En las células estas moléculas son pequeñas bombas con la mecha muy corta, atacando a lípidos de membrana, proteínas y material genético. Cuando no se consiguen reparar los daños pueden aparecer patologías; así, se han involucrado a los ROS en el envejecimiento y en muchas e importante enfermedades, como el Alzheimer y la ateroesclerosis.
Si bien las células no han conseguido manejar totalmente el estrés oxidativo, han conseguido utilizarlo en algunas ocasiones para su beneficio. Cuando se lucha contra una infección, las células blancas o leucocitos son capaces de utilizar, gracias a enzimas como NOX, los ROS de manera controlada en el proceso conocido como estallido respiratorio, contribuyendo así a la destrucción de los organismos invasores.
Al final, el oxígeno no es más que un mal muy necesario.