domingo, 1 octubre 2023

Aucubina: ¿antídoto eficaz contra la intoxicación por alfa-amanitina?

Al azar

Isaac Asimov. Ellery Queen’s Mistery Magazine (Detectiverse), mayo 1984

Adrián Vázquez de Lope »

Existe una creciente atracción por parte del ser humano hacia la obtención y consumo de productos procedentes directamente de la naturaleza, motivado principalmente por el deseo de obtener alimentos “orgánicos” o no procesados (como forma de contribuir a mejorar su salud o la búsqueda de características organolépticas determinadas), o como un simple pasatiempo al aire libre. En el caso de las setas, se ha de destacar además la búsqueda de famosas propiedades alucinógenas de algunas especies.

Estos confiados recolectores están convencidos en que la identificación de especies venenosas es sencilla (debido a la gran cantidad de información accesible hoy en día), así como en el hecho de que es posible la eliminación de toxinas presentes en ellas mediante métodos de cocción determinados.

Sumado a hipersensibilidades alérgicas de ciertos individuos, tóxicos ambientales acumulados en ellas, y sustancias originadas durante su descomposición (comunes en todos los hongos), estos factores comprenden el problema principal, dado que, en realidad, cientos de especies son tóxicas, pero solo unas pocas suponen un riesgo real para el ser humano.

Las especies “Death Cap” (especialmente su variante clara, reconocida históricamente como causante de la muerte del Emperador Claudio), Amanita phalloides, y la pareja conocida como “The Destroying Angels” (A. bisporigera y A. virosa), son difíciles de distinguir de hongos no tóxicos, fácilmente confundibles con Agaricus campestris y Rozites caperatus.

A.Virosa es altamente tóxica, y contiene amanitinas α-, β- (siendo estos dos los más importantes), y γ-amanitina, falotoxinas (altamente tóxicas si se administran por vía parenteral, pero no oralmente debido a que no se absorben) como faloidina y falacidina, y virotoxinas, termoestables e insolubles en agua.

Amanitinas, toxinas letales

Estructuralmente, la amanitina es un péptido no ribosomal cíclico de ocho aminoácidos. Supone probablemente una de las toxinas del grupo amatoxinas más peligrosas (estudios in vitro, han concluido que es entre 10 y 20 veces más letal que la faloidina). Fundamentalmente se encuentra en áreas boscosas, cerca de los árboles, a finales de verano u otoño. No posee un sabor u olor desagradable.

Los síntomas gatrointestinales suelen manifestarse entre 6 y 24 horas después de su consumo: produce vómitos, diarreas y dolor abdominal, entre otros, pero puede existir mucha variabilidad entre individuos.

Estos síntomas son seguidos de un aparente periodo de mejora (el cual produce una falsa sensación de seguridad al consumidor), que desemboca en daño fatal renal (la toxina se estará eliminando por ellos durante 3 días, habiéndose documentado casos de almacenaje hasta 3 semanas) y hepático (necrosis hepática, el daño más severo), acompañado de convulsiones, y, finalmente, la muerte. Estas suelen ocurrir a los pocos días, encontrándose la tasa de mortalidad entre el 40 y 90%. El envenenamiento por anatoxina comprende el 90% de muerte por envenenamientos graves por consumo de setas en EEUU, estimándose un porcentaje similar en Europa.

En cuanto a su mecanismo, son potentes inhibidores de ARN polimerasa II en la mayoría de especies eucariotas (por lo que se ha utilizado para el estudio de esta), bloqueando la producción de ARNm y la síntesis de proteína.

¿Cómo sabemos si el hongo que hemos consumido es venenoso?

La identificación morfológica y toxicológica es compleja, debido a que la manipulación del hongo (como la cocción) distorsiona su apariencia. Además, el rastreo del área donde se han obtenido las setas consumidas no suele ser útil, dado que especies tóxicas y no tóxicas crecen en lugares próximos. La presencia de esporas en el contenido gástrico puede no ser conclusiva, pero la presencia de toxinas puede ser verificada mediante la obtención de muestras de éste contenido (se han detectado en el líquido gastroduodenal y bilis), del espécimen consumido y de heces.

La orina es un buen indicador, dado que aparece en ella aproximadamente a los 90 minutos de la ingestión (la toxina parece tener afinidad por las células del tejido renal, dado que abandona rápidamente el plasma).

¿Cómo ha evolucionado el tratamiento a lo largo del tiempo?

En el pasado no había tratamiento específico disponible.

La emesis resultó no ser efectiva, salvo que se efectúa en un periodo breve tras el consumo.

Se ha sugerido debido a la temprana manifestación en orina, forzar la diuresis para su eliminación, pero no se han hallado evidencias de su efectividad.

Se han usado catárticos (aceleran la defecación) y carbón activo, pero su efectividad no está probada, así como la administración de corticoesteroides o la exanguinotransfusión.

Se concluye que el tratamiento consistió básicamente en un “tratamiento de apoyo” basado en corrección de fluidos y fallos en el metabolismo y la coagulación, que podía reforzarse mediante hemodiálisis ( previene el fallo renal, pero no se le atribuye la eliminación de toxinas) y el trasplante de hígado era (la única solución definitiva).

En los años 60, en Europa comenzaron a utilizarse inyecciones de silibinina y silimarina extraídos de “milk thistle” (cardo mariano), y penicilina en EEUU. Igualmente, no hay evidencias suficientes de que ningún método realmente efectivo.

En Francia, Dr. Pierre Bastien afirmó haberse tratado a sí mismo mediante 3 gramos de vitamina C inyectable durante 3 días, con exclusivamente caldo de zanahoria como fuente alimenticia, sumado al tratamiento de apoyo (en fases no avanzadas del envenenamiento).

Se extendió además en Europa el uso de ácido α-lipoico (potente antioxidante, hidrosoluble, lo que permite una amplia distribución por el organismo), cuyo mecanismo de acción no está claro (se sospecha que ejerce su acción protectora sobre enzimas en el ciclo de Krebs, o que sus componentes disulfuro forman un complejo con los ciclopéptidos, modificando su toxicidad).

Existe un efecto secundario derivado de su uso es la hipoglucemia. Sin embargo, se desconoce si esto se debe al fármaco en sí o al daño hepático ya causado.

El uso de este, junto con cardo mariano y selenio, ha sido utilizado también como tratamiento para la hepatitis crónica y la hepatitis C.

Aucubina. ¿El antídoto definitivo?

La aucubina es un glucósido iridioide presente en las hojas de la Aucuba japonica (Cornaceae). Usada junto a catalpol, swertimarin y gardenoside, es muy utilizada en la medicina oriental. La aucubina ha sido usado como protector hepático (hepatitis B). Un aspecto fundamental es la conversión de aucubina en su forma aglicona, aparentemente un paso crucial para esta propiedad protectora.

Fue puesto a prueba en ratas intoxicadas, buscando una estimulación en su excreción. Efectivamente, mediante el método HPLC (cromatografía líquida), las ratas tratadas con aucubina excretaban 1.4 veces más rápidamente la α-amatina. Como resultado, se obtuvo una tasa del 50% de supervivientes, administrándose 12 h después del envenenamiento.

Se atribuye en parte el efecto protector a la competición por inhibir la síntesis de RNA en hígado, que atenúa el efecto de la α-amatina al verse desplazada de los sitios de unión por un producto hidrolizado de la aucubina. No ha sido confirmado, pero la aparición de α-amatina en la orina puede ser una evidencia.

Resultados positivos han sido hallados en perros Beagle; sin embargo, las pruebas en seres humanos aún no han sido efectuadas.


Bibliografía

Libros

  1. Denis R. Benjamin. Mushrooms Poisons and Panaceas: A Handbook for Naturalists, Mycologists, and Physicians. 1995.
  2. Kent H. McKnight. A Field Guide to Mushrooms of North America.
  3. Clyde M.Christensen. Molds, Mushrooms, and Mycotoxins.
  4. Tõnu Püssa. Principles of Food Toxicology.
  5. Dr.Antonio Marco Chover. Medicina Ortomolecular.

Artículos

  1. Giovanni Pacioni . II genere Amanita Pers. ex Fr. nei dintorni di Roma-Giornale Botanico Italiano.
  2. Mark D.Laing. A cure for mushroom poisoning. South African medical journal, mayo 1984.
  3. Phytotherapy research journal – Vol. 7.
  4. Dr Whitaker’s health newsletter-Vol.16
  5. Françoise Enjalbert, Sylvie Rapior, Janine Nouguier-Soulé, Sophie Guillon, Noël Amouroux, Claudine Cabot Treatment of Amatoxin Poisoning: 20-Year Retrospective Analysis. Journal of Toxicology: Clinical Toxicology 40 (6) 2002.
  6. Fungal diversity journal.
  7. Mycology, An International Journal on Fungal Biology

Otro documento de interés:

I survived the “Destroying Angel”, una experiencia en primera persona.

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