Sin pretender la exhaustividad, quiero hacer un repaso a distintos métodos científicos que se utilizan para localizar sepulturas clandestinas.
Métodos elementales
Antes de recurrir a cualquier tecnología especializada en la detección de enterramientos de este tipo lo primero que se hace es recopilar información de archivos y de testigos directos o indirectos.

Cuando las tumbas son recientes, en algunos casos lo primero que ha hecho es emplear a perros entrenados en detectar gases procedentes de la putrefacción. También se pueden realizar directamente calas arqueológicas. O bien buscar en el suelo evidencias de que este ha sido removido. Hay muchas: cambios de color, de grado de humedad o incluso de temperatura. En países fríos se observa que no se deposita igual la nieve en suelos compactos que en los que han sido cavados. Además, estos drenan mejor que aquellos.
La vegetación puede aportar interesantes indicios, y probablemente más duraderos. No solo la aireación y esponjado de la tierra favorece el crecimiento de plantas, sino que la proteolisis inherente a la putrefacción (que provoca cambios en la alcalinidad del suelo) favorece el crecimiento de ciertas especies.
Cuando los enterramientos son multitudinarios se pueden seguir algunas pistas. Por ejemplo, la experiencia demuestra que se tiende a enterrar en suelos fácilmente excavables (es decir, blandos) y en depresiones del terreno, cuevas o agujeros que luego se puedan rellenar. Por ello, disponer de mapas geológicos y físicos anteriores al enterramiento para compararlos con la situación actual puede servir de gran ayuda.
Observación remota
Cuando los enterramientos ocupan grandes extensiones estos estudios de observación del terreno es mejor hacerlos desde el aire, lo que ha proporcionado en muchos casos éxitos considerables. La situación ideal se presenta cuando se dispone de imágenes aéreas de antes del enterramiento que se pueden comparar con imágenes posteriores. Actualmente existen muchas instituciones que toman periódicamente fotografías de la superficie del planeta desde aviones o satélites con distintos fines (ambientales, climáticos, geológicos, topográficos, geográficos, arqueológicos, militares…). Pero esta práctica es más antigua de lo que se piensa, aunque inicialmente solo era llevada a cabo por los militares para sus propios fines.
Por ejemplo, el estudio de las fotografías de reconocimiento que entre 1941 y 1945 realizó la Luftwaffe en el área de Smolensko aportó evidencias y permitió descubrir enterramientos masivos de la masacre del bosque de Katyn perpetrada por rusos sobre oficiales polacos.
La imagen que sigue se tomó en las proximidades de la ciudad bosnia de Donja Gradina en 1946. Los expertos aprecian en ella posibles enterramientos colectivos, e incluso en otras fotos observan zonas donde presuntamente fueron quemados muchos cadáveres para eliminar pruebas criminales.

Tras la guerra de Bosnia (1992-1995), en la que se produjeron asesinatos masivos por mor de la limpieza étnica, los estudios de fotos aéreas han resultado muy productivos. Obsérvese el siguiente par de fotos tomadas sobre las proximidades de una granja antes y después de uno de estos crímenes. Con ellas se pudo encontrar dónde había fosas comunes.

Las fotos áreas no tienen por qué ser tomadas solo con sensores de luz visible. Otras regiones del espectro electromagnético, como la infrarroja, también pueden aportar mucha información. En general, cuando se registran las radiaciones procedentes de objetos en un vasto intervalo electromagnético se obtiene lo que se llama una imagen hiperespectral. Lo interesante es que muchos objetos dan imágenes hiperespectrales que se pueden considerar sus “huellas dactilares”. Por ejemplo, el petróleo tiene su propia “firma espectral” que puede ayudar a identificar yacimientos desde el aire.
Pues bien, esta técnica se ha empleado para detectar enterramientos colectivos. Por ejemplo, lo han hecho expertos forenses de la Universidad McGill, en Canadá, que afirman ser capaces de encontrar tumbas de animales estudiando hiperespectralmente cambios químicos en la vegetación que crece sobre ellas. Estos cambios los producen los nuevos nutrientes que se incorporan al suelo cuando un cadáver se descompone, los cuales afectan a la forma de reflejar la luz de la planta. Lo han aplicado para encontrar esqueletos enterrados en el Parc Safari de Quebec hace 20 años, pero creen que incluso se podrían identificar enterramientos más antiguos.
Métodos geofísicos
Cuando no se dispone o no son de aplicación estos métodos de estudio remoto, procede buscar técnicas sobre el terrero. Las más empleadas hasta ahora son las geofísicas, consistentes en buscar anomalías de este tipo en el terreno, es decir, en buscar diferencias en algunas propiedades físicas entre diferentes sectores del campo que se está explorando. Así, se puede medir la resistividad del terreno o su conductividad para obtener lo que se denominan “imágenes eléctricas” del suelo. En algunos casos también se pueden medir propiedades electromagnéticas y cambios en ellas, como cuando se usan detectores de metales para encontrar casquillos de balas u objetos pertenecientes al difunto que fueron enterrados con él.

Una herramienta muy utilizada es el radar de sondeo terrestre o georradar (GPR). Es un método no destructivo que consiste en irradiar el terreno con pulsos de microondas que penetran en el subsuelo y son reflejados hacia la superficie, donde los recoge un detector. Cada objeto refleja estas ondas de modo diferente, lo que permite obtener una imagen del subsuelo como la siguiente, en la que las señales señaladas con flechas amarillas podrían corresponder a cadáveres. Lógicamente, hay que tener una gran experiencia en el uso de esta técnica para detectar eso.

Métodos químicos
Existen métodos químicos que se están aplicando modernamente. Se basan en el hecho, ya apuntado, de que la composición química del suelo cambia claramente cuando se entierra un cuerpo. Inicialmente, la descomposición de un cadáver se produce en condiciones aerobias, pero cuando el oxígeno se consume se establecen las condiciones anaerobias que facilitan la formación de gases como el metano, el sulfuro de hidrógeno, el amoniaco, el óxido nitroso y el nitrógeno, gases que se difunden por el suelo y que eventualmente pueden salir a la atmósfera. Por lo tanto, midiendo la concentración de estos gases con “narices electrónicas” (sensores químicos capaces de detectar la presencia de compuestos en concentraciones inverosímilmente pequeñas) u otros métodos se podría en teoría identificar zonas donde podría haber enterramientos.
Estos gases también pueden ser analizados en el mismo suelo. La forma correcta de proceder en ese caso sería tomar muestras del mismo según los protocolos estadísticos establecidos y analizarlas en el laboratorio.
Los gases sobre un lugar de enterramiento también se pueden medir espectroscópicamente desde el aire (c0mo comentábamos más arriba). La siguiente imagen es un mapa de concentración de metano tomado con sensores infrarrojos desde un avión en el Parc Safari de Quebec. Sobre algunas tumbas conocidas de animales se observa claramente que la concentración de metano es alta:

También se ha analizado el suelo en busca de compuestos orgánicos volátiles producto de la descomposición cadavérica y de aminoácidos procedentes de las proteínas del cadáver mediante el reactivo ninhidrina.
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Referencias bibliográficas
- Margaret Cox et al.: The Scientific Investigation of Mass Graves: Towards Protocols and Standard Operating Procedures, Cambridge University Press, 2007
- Alastair Ruffell, Jennifer McKinley: Forensic geoscience: applications of geology, geomorphology and geophysics to criminal investigations, Earth-Science Reviews 69 (2005) 235–247
- Jasmin Babic, Tomas Cupkovic, Nebojsa Bosiocic: The application of remote sensing and IT in research of mass graves in the system of Jasenovac ustasha camps
- Moshe Dalva, Margaret Kalácska, Tim R. Moore y André Costopoulos: Detecting graves with methane, Geoderma 189-190 (2012) 18-27.