Nancy Choquevillca Acha »

El litio es el metal más ligero, con una densidad menor que la del agua. Es muy reactivo y en consecuencia no se encuentra libre en la naturaleza. Sus utilidades son muy amplias, abarcando campos tan diversos como la industrias farmacéutica, tecnológica, nuclear y automovilística, entre otras.
Este metal fue descubierto en 1817 por el químico sueco Johann Arfvedson, en la isla de Utö (Suecia). En 1818 se intentó aislar el elemento de sus sales, consiguiéndose más tarde por los científicos William Thomas Brande y Sir Humphrey Davy, mediante la electrólisis del óxido de litio. Su producción a escala industrial comenzó en 1923, por la empresa alemana Metallgesellschaft AG.
La mayor reserva de litio se encuentra en Bolivia (Salar de Uyuni), representando el 50% de toda la reserva mundial (aunque no la mayor producción, ya que está sin explotar por diversas problemáticas). El mayor productor mundial es Chile, que tiene el 30% del litio existente; existen otras de menor tamaño, como la de Argentina, y recientemente se ha descubierto en Afganistán, pero se desconoce el tamaño de la reserva.

El crecimiento acelerado del uso del litio en los últimos años (baterías, tecnología…) ha provocado la subida del precio por tonelada (350 dólares en 2003 hasta 3000 dólares en 2009). La producción mundial de litio, en 2007, rondaba las 25.000 toneladas anuales, y las reservas estimadas para todo el mundo son de 11 millones de toneladas.
Hay estimaciones que dicen que si algo menos de un 10% (60 millones de vehículos) de los 700 millones de vehículos existentes en el mundo utilizara baterías eléctricas basadas en iones de litio, la producción necesaria para mantener ese parque de automóviles eléctricos debería alcanzar el millón de toneladas (lo cual, entre otras razones de peso que se comentarán más abajo, hace inviable a este elemento para el uso masivo por la industria automovilística, como sustituto de los derivados del petróleo).
Otra de las razones por las que el litio no puede, como se ha pretendido erróneamente, sustituir a los derivados el petróleo, es simplemente que tanto el litio, como el plomo y el platino, todos ellos elementos básicos para la fabricación de baterías, no producen energía por sí mismos, sino que se utilizan para almacenarla. En consecuencia, las fuentes de energía deberían seguir siendo las mismas (carbón, petróleo, gas y energía nuclear), con lo que queda claro que no se contaminaría menos.
Además, la extracción del litio es altamente contaminante en las zonas de las que se extrae, produciendo alteraciones nocivas en el agua y partículas perjudiciales en el ambiente. Lo cual hace que el uso de las baterías eléctricas para coches sea igual de contaminante que las energías de combustibles fósiles.

No existe actualmente ninguna planta de reciclaje de baterías de litio. En caso de reciclarse, existen dos maneras de hacerlo: una es calentándolo a 1000º C con un elevado costo y emisión de CO2; el otro método es químico. No es caro ni contaminante, pero es menos eficiente que el anterior.
Un inconveniente de las baterías o pilas usadas en componentes electrónicos (móviles, juguetes, ordenadores) es la corta vida útil que tienen, aproximadamente de tres años. Esto aumenta la demanda de litio, y hace pensar en cuánto podemos depender de ella, sabiendo las reservas actuales.
Afirmar que el uso de los coches eléctricos que utilizan baterías de litio para almacenar energía pueda incidir positivamente en el problema climático es puro marketing.
