La actividad volcánica es buena para el sistema geodinámico en general. Sin embargo, como es bien sabido, a escala local puede resultar muy perjudicial. No obstante, no es el peligro más mortal de la naturaleza conocido. Así, desde 1700 las catástrofes volcánicas se han cobrado un total de 260.000 vidas, pero compárese esa cifra acumulada en más de tres siglos con (por ejemplo) las de estos tres cataclismos que sucedieron en momentos temporales muy puntuales:
- El terremoto de Huahsien (China) de 1556 se estima que mató a más de 820.000 personas.
- En 1976, el terremoto de magnitud 7,8 de Tangshan, también en China, mató a más de 240.000 personas.
- El peor huracán de la historia ocurrió en 1970 en el delta del Ganges, en Bangladesh, con la pérdida de 500.000 vidas.
En los 6000 años de nuestra civilización nunca hemos sufrido una mega erupción volcánica, pero eso no significa que no pueda ocurrir. Las erupciones volcánicas de alta magnitud e intensidad son eventos de baja probabilidad, pero el futuro verá muchas todavía. Conocemos grandes erupciones del tipo de “la del siglo” (por ejemplo, la del Krakatoa, Indonesia, en 1883), o “la del milenio” (como la de Tambora de 1815). Pero no las que ocurren cada 10 milenios, 100 milenios o un millón de años. La erupción de Toba, en Sumatra, hace unos 75.000 años, se encuentra probablemente en el límite superior de las erupciones que pueden ocurrir en la Tierra, emitiendo 2000 km3 de magma.
Una lengua silenciada
La erupción de Tambora, en la isla de Sumbawa (Indonesia) en 1815 da una idea de lo que puede provocar un evento volcánico realmente catastrófico. Aquella erupción supuso un desastre natural de enorme gravedad para el pueblo indonesio. Afectó tanto a la isla de Sumbawa como a las vecinas de Lombok, Flores, Sulawesi del Sur y Bali. Incluso sus efectos llegaron a Java. Durante el clímax de la erupción explosiva el 10 de abril de 1815, los flujos piroclásticos calientes barrieron todos los flancos del volcán y aniquilaron los reinos feudales de Tambora en el lado norte y Sanggar en el lado este de la montaña. En el Reino de Tambora, la mortandad fue tal que se extinguió la lengua tambora, probablemente el idioma austroasiático más oriental en ese momento. Se calcula que murieron más de 10.000 personas directamente alcanzadas por el material piroclástico. La lluvia de cenizas destruyó todos los cultivos, lo que provocó una hambruna inmediatamente después de la erupción. Además, se perdió mucha agua potable y se dispararon las enfermedades. El clima de la isla cambió, volviéndose sumamente cálido y seco. Se perdió el del 75% de su ganado. Otras 38.000 personas murieron de hambre y enfermedades y unas 36.000 huyeron de la isla, según se ha calculado. La isla tardó al menos un siglo en recuperarse de este desastre ecológico y humano.
En las vecinas Lombok y Bali, la ceniza era tan espesa que muchas personas murieron inmediatamente cuando los techos de sus casas se derrumbaron bajo el peso de enormes cantidades de cenizas. En Lombok, las estimaciones del número de muertos oscilan entre 44.000 y 100.000 y en Bali al menos 25.000. La profundidad de la hambruna y las enfermedades fue tan grande que incluso se cobró vidas entre la realeza balinesa. Un número conservador de muertos en las Indias Orientales por la erupción de Tambora de 1815 es de al menos 117.000.

Un año sin verano
Las noticias de esta erupción distante en Indonesia no llegaron al mundo occidental durante algún tiempo, pero durante 1816, “el año sin verano”, se produjeron fenómenos atmosféricos inusuales y el deterioro del clima. Las erupciones volcánicas explosivas del tamaño de la de Tambora (aproximadamente 100 km3 de magma) emiten grandes cantidades de dióxido de azufre a la estratosfera, donde se convierte en un velo de aerosol de ácido sulfúrico que rodea la Tierra. El aerosol tiene el efecto de reducir el calor solar que llega a la superficie del planeta, lo que provoca un enfriamiento global. Se habían observado extraños fenómenos atmosféricos en Europa antes del verano de 1816.
En mayo de 1815, las puestas de sol en Inglaterra eran excepcionalmente coloridas, y en septiembre el cielo parecía estar en llamas todas las noches. Pero los espectaculares cielos trajeron mal tiempo al año siguiente, y el año 1816 es el peor registrado en Europa, con una temperatura media de unos 3 oC por debajo del promedio en todo el continente, desde Gran Bretaña en el norte hasta Túnez en el sur. En Inglaterra, el verano registró la temperatura media de junio más baja conocida: 12,9 oC. Se notó especialmente en los viñedos.
En Alemania, las cosechas fracasaron, una situación agravada por la guerra con Napoleón, y el hambre y la inflación de precios se generalizaron. Las condiciones en Alemania se volvieron tan intolerables que la gente en muchos distritos partió en busca de mejores condiciones de vida, comenzando la gran migración desde el norte de Europa hacia el este (Rusia) y hacia el oeste (América).
El clima tan anormal provocó la pérdida de cosechas de todos los cultivos principales en Europa y la duplicación del precio del trigo de 1815 a 1817. Si consideramos que a principios del siglo XIX la agricultura era el pilar de la sociedad, está claro que el cambio climático tuvo un fuerte impacto en la economía del mundo occidental.
En América del Norte, el año 1816 también fue inusualmente frío y seco, especialmente en Nueva Inglaterra. A principios de mayo, la mayoría de los agricultores habían plantado su maíz, el principal cultivo en ese momento. Pero a mediados del mes el clima se deterioró, con fuertes heladas que congelaron los campos, incluso tan al sur como Nueva Jersey. Hasta mediados de junio, las heladas también afectaron a Nueva Inglaterra, Nueva Jersey y Nueva York. Entonces comenzó una gran sequía que atrofió o destruyó los pocos cultivos que quedaban. A principios de julio, las heladas volvieron a azotar Nueva Inglaterra, desde Maine hasta Connecticut, y nuevamente a finales de agosto en Maine, Vermont y al sur hasta Massachusetts. A finales de septiembre, una última helada destruyó las pocas cosechas que habían sobrevivido al gélido verano. Muchos agricultores sufrieron pérdidas tan graves que abandonaron sus granjas y emigraron a los territorios occidentales.
Las condiciones climáticas anormales en 1816 se han propuesto con frecuencia como un factor importante en la primera epidemia mundial de cólera. El mal tiempo también provocó una serie de malas cosechas en la India y, como consecuencia, estalló una epidemia de cólera en Bengala. La propagaron los soldados británicos más lejos: a Afganistán, Nepal e Indonesia, en 1820. Una segunda epidemia estalló en la India en 1826 y se extendió a Europa en 1831 y América del Norte en 1832. Es probable que las severas condiciones climáticas (clima anormal, malas cosechas, hambruna posterior y menor resistencia a las enfermedades) provocadas por la erupción de Tambora hayan jugado un papel en el origen de una nueva y agresiva forma de cólera que hizo su primera devastación en Bengala en 1817.
Probablemente, una erupción del tamaño de la de Tambora en el siglo XXI tendría efectos mucho más profundos en los seres humanos que viven en una Tierra superpoblada, donde los recursos naturales están al límite. Los efectos de una erupción como la de Toba, ocurrida hace entre 69.000 y 77.000, son incalculables.
Energía sin límite
Los humanos también obtenemos beneficios de la actividad volcánica. Citemos tres ejemplos:
- Los diamantes son simplemente carbono que se cristalizado bajo la alta presión (equivalente al peso de la torre Eiffel apoyada sobre una placa de 10 cm) y alta temperatura en el manto de la Tierra. Los diamantes salen a la superficie en tuberías volcánicas, como las famosas tuberías de diamantes de Kimberley en Sudáfrica.
- Una gran cantidad de depósitos minerales también está asociada con los volcanes, pues la actividad hidrotermal ha llevado a la concentración de metales.
- Y uno de los beneficios más prometedores de la actividad volcánica es el aprovechamiento de la energía geotérmica. La corteza terrestre y la litosfera son en realidad una capa límite entre el manto caliente y la hidrosfera y la atmósfera. En las regiones volcánicas, el flujo de calor a través de esta capa límite es muy grande y puede aprovecharse eficazmente mediante la perforación. Alrededor del 85% de todos los hogares en Islandia se calientan con agua geotérmica, lo que convierte a los islandeses en los mayores usuarios de energía geotérmica per cápita del mundo (24.000 kWh per cápita). Con la tecnología moderna de perforación profunda, la explotación de este recurso de energía limpia y barata del interior de la Tierra no tiene que estar restringido a regiones volcánicas activas como Islandia, Italia y Nueva Zelanda, sino que puede ser una de las principales fuentes globales de energía del futuro.
Referencias
- Haraldur Sigurdsson. Introduction, en The Encyclopedia of Volcanoes, 2ª ed., Elsevier, 2015.
- Imagen de cabecera: UME/REUTERS TV REUTERS.
- Mapa: De myself – The base map was taken from NASA picture Image:Indonesia_BMNG.png and the isopach maps were traced from Oppenheimer (2003).[1], CC BY-SA 3.0, commons. wikimedia. org/ w /index.php?curid = 2688070
- Recreación artística de la erupción de Tambora: learnodo-newtonic. com
- Planta geotérmica en Islandia: Hreinn Hjartarson