El 13 de febrero de 2025, una tormenta de gran intensidad golpeó el centro de Italia, afectando particularmente a la isla de Elba y la región de la Toscana. Las intensas lluvias provocaron inundaciones y deslizamientos de tierra, generando una crisis en varias localidades. En la provincia de Grosseto, entre Orbetello y Albinia, muchas viviendas quedaron aisladas debido a la intransitabilidad de las carreteras, lo que obligó a desplegar equipos de rescate para asistir a los residentes atrapados y despejar los escombros.
Uno de los efectos más notables de la tormenta fue el vertido masivo de sedimentos al mar Mediterráneo, un fenómeno captado el 16 de febrero por el satélite Centinela 2 del programa Copérnico de la Unión Europea. La erosión del suelo, agravada por el volumen de agua, arrastró grandes cantidades de materiales desde el interior hacia los ríos, que finalmente los depositaron en el mar. Este tipo de eventos no solo alteran la calidad del agua, sino que también afectan los ecosistemas marinos y costeros.
Los sedimentos transportados por las crecidas pueden contener una combinación de arcillas, materia orgánica y contaminantes urbanos o agrícolas, que modifican la transparencia del agua y pueden impactar negativamente en la fotosíntesis de organismos marinos, como el fitoplancton y las praderas de posidonia. Además, la acumulación de material en zonas costeras puede generar cambios en la morfología del litoral, afectando hábitats esenciales para diversas especies.
Este episodio en la costa de Toscana y Lacio pone de relieve la vulnerabilidad de los ecosistemas costeros ante fenómenos meteorológicos extremos, los cuales podrían volverse más frecuentes e intensos debido al cambio climático. La gestión sostenible de cuencas hidrográficas y la restauración de zonas ribereñas se presentan como estrategias clave para mitigar los impactos de futuros episodios de lluvias torrenciales y proteger tanto los ecosistemas terrestres como los marinos.
