Se han realizado estudios sobre las preferencias de los perros hacia el agua, y aunque no hay una única razón que explique por qué algunos perros la aman y otros la evitan, se han identificado varios factores que influyen en esta conducta. Aunque algunos perros nunca disfrutarán del agua, con una introducción gradual y refuerzos positivos, muchos pueden aprender a tolerarla e incluso a disfrutarla.
1. Genética y raza
Algunas razas han sido seleccionadas históricamente para trabajar en el agua, lo que ha desarrollado en ellas una afinidad natural por nadar. Ejemplos incluyen:
- Labrador Retriever y Golden Retriever: Criados para recuperar presas en el agua.
- Newfoundland: Criados para rescates acuáticos.
- Perro de agua portugués y Perro de agua español: Usados en la pesca.
Por otro lado, razas con hocicos chatos (bulldogs, pugs) o cuerpos pesados (basset hounds) suelen evitar el agua porque nadar les resulta difícil.
2. Experiencia temprana y socialización
Los perros que son expuestos positivamente al agua desde cachorros tienen más probabilidades de disfrutarla. Si un perro tiene una mala experiencia (como caerse en una piscina sin querer), puede desarrollar miedo.
3. Anatomía y fisiología
- La estructura corporal influye en la flotabilidad. Perros con cuerpos densos y patas cortas (como los bulldogs) tienen dificultades para mantenerse a flote.
- Algunos perros tienen un pelaje que se empapa y los hace sentir pesados e incómodos.
- Las orejas grandes y caídas (como las de los cocker spaniel) pueden ser propensas a infecciones si se mojan frecuentemente.
4. Personalidad y temperamento
Los perros más curiosos y aventureros pueden estar más dispuestos a entrar en el agua, mientras que los más cautelosos pueden evitarla.
5. Percepción sensorial
Algunos perros son sensibles a la sensación del agua en sus patas o a los sonidos del agua en movimiento. Además, el cloro o la sal en el agua pueden irritar sus ojos o piel.

