La mayoría de las aves construyen nidos temporales, hogares frágiles que se abandonan al final de la temporada de cría. Pero el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), una de las especies más singulares y amenazadas de Europa, hace las cosas de otro modo. Este majestuoso buitre barbudo edifica sus moradas en refugios rocosos y cuevas de acantilados de las grandes cordilleras, desde la Península Ibérica hasta el Himalaya. Y cuando el lugar está bien protegido de la lluvia y el viento, el nido puede mantenerse en uso durante siglos, sirviendo a muchas generaciones de aves.
Lo sorprendente es que estos nidos no solo cuentan la historia del quebrantahuesos, sino también la historia humana. Como muchos otros pájaros, la especie no es exigente con los materiales: incorpora a sus construcciones ramas, huesos, papeles, plásticos y objetos creados por personas. Esto convierte sus nidos en auténticas cápsulas del tiempo, donde se mezclan restos biológicos y artefactos humanos acumulados durante siglos.
Un estudio reciente, publicado en la revista Ecology, reveló el extraordinario contenido de doce nidos antiguos localizados en un lugar del sur de España en el que el quebrantahuesos desapareció hace entre 70 y 130 años. Investigadores del Instituto de Investigación en Caza y Vida Silvestre y de la Universidad de Granada realizaron excavaciones minuciosas en estos nidos abandonados, descubriendo un inesperado tesoro arqueológico.
Entre los hallazgos se encontraron 226 objetos de origen humano, junto con restos naturales como 2117 huesos, 86 pezuñas y 43 cáscaras de huevo. Algunos objetos eran herramientas y armas antiguas, como un virote de ballesta, una lanza de madera o una honda. Otros eran piezas más cotidianas, como cuero decorado de oveja, cestas y hasta un zapato trenzado con ramitas y hierba. Las dataciones por carbono-14 revelaron que los objetos más antiguos tienen unos 675 años, mientras que los más recientes rondan los 150.
Gracias a la solidez de las estructuras y a su ubicación en zonas inaccesibles, los nidos han actuado como museos naturales, conservando materiales en un estado sorprendentemente bueno. Los científicos creen que el análisis de estos restos permitirá reconstruir la vida humana, la fauna y el entorno de la región a lo largo de muchos siglos.
Pero el presente del quebrantahuesos es mucho menos duradero que sus nidos. En toda Europa solo sobreviven poco más de 300 parejas reproductoras, lo que convierte a la especie en el buitre más amenazado del continente. La destrucción de su hábitat, la caza y la crisis climática ponen en riesgo su supervivencia. Si no se refuerzan los programas de conservación, los últimos nidos podrían acabar guardando, entre sus reliquias, los rastros de la extinción de su propio constructor.
En esos acantilados, donde el tiempo se mide en siglos y los huesos conviven con fragmentos de historia, los quebrantahuesos han tejido sin saberlo un puente entre la naturaleza y la arqueología. Sus nidos nos recuerdan que incluso las criaturas más salvajes pueden ser, de algún modo, guardianes de la memoria humana.
Fuente
Antoni Margalida, Sergio Couto, Sergio O. Pinedo, José María Gil-Sánchez, Lucía Agudo Pérez, Ana B. Marín-Arroyo: The Bearded Vulture as an accumulator of historical remains: Insights for future ecological and biocultural studies. Ecology (2025). DOI: https://doi.org/10.1002/ecy.70191.

