Andrea María Gascón Ruiz »
Los productos con los que limpiamos, ya sea el cuerpo, la ropa o los suelos, son sustancias tensioactivas (reducen la tensión superficial) y antipáticos que eliminan sustancias hidrófobas u orgánicas de las superficies. Su carácter antipático les permite actuar como emulsionantes entre moléculas polares y apolares y así favorecer la eliminación de lo que llamamos suciedad.
Saponificación
La formación de jabón ocurre al disociarse los ácidos grasos y la glicerina en un medio alcalino. La lejía forma enlaces éster con los ácidos grasos formando el jabón. La glicerina queda también en el jabón proporcionándole suavidad. Si se toman las precauciones adecuadas no resulta peligroso aunque sí delicado. Para realizarse se han de tener en cuenta los índices de saponificación de las grasas escogidas (aceite de oliva, aceite de coco, manteca de cerdo…) que pueden encontrarse fácilmente en la red. En la actualidad hay páginas web que disponen de calculadoras que hacen las operaciones por nosotros y facilitan enormemente el proceso.

Las zonas de aguas duras pueden representar un problema en el momento de utilizar jabones ya que un agua cargada de iones puede reaccionar con nuestra sal en disolución y formar precipitados sin que el jabón haya llegado a eliminar la suciedad
Un poco de historia de las burbujas
Los primeros tensioactivos conocidos y que aun se fabrica de forma tradicional se utilizan desde hace muchísimo tiempo. Muchas culturas y civilizaciones se han atribuido la invención del jabón: fenicios, egipcios, celtas, germanos, etc. Los descendientes de los fenicios ubicados en Siria siguen fabricando el conocido jabón de Alepo. Otros posibles orígenes del jabón pueden resultar llamativos. Se encontraron inscripciones de origen babilónico de alrededor del 2.800 aC en las que se describe las mezclas de diferentes grasas hervidas con cenizas.
El nombre “jabón” proviene de la leyenda romana que describe su descubrimiento. Resulta que los esclavos que hacían la colada bajo las faldas del monte Sapo se dieron cuenta de que la ropa se limpiaba mejor cuando la lluvia arrastraba restos de las ceremonias celebradas en la cima del monte. Estos restos eran principalmente grasas derretida de los diferentes animales y ceniza de la madera con la que se hacían pequeñas hogueras para la celebración.

En lo que se refiere al uso del jabón en España, los árabes trajeron la primera fábrica de jabón en el siglo X a la actual ciudad de Sevilla. Disponían de todas las materias primas necesarias para su elaboración: olivares y marismas en las que crecías plantas halófilas cuyas cenizas resultan ideales para la producción tradicional de jabón. Este jabón es el conocido como jabón de Castilla, que empezó a comercializarse en todo Europa y ayudo a que desaparecieran las grandes epidemias de la Edad Media.
A partir del siglo XIV se establecieron también las grandes fábricas de jabón en Marsella cuya receta original era aceite de oliva, agua del mediterráneo y sosa caustica (NaOH) proveniente de las cenizas de laurel. Una variedad de este último es el Jabón de Alepo, se dice que es el jabón sólido más antiguo del mundo, muy apreciado entre personas que sufren de psoriasis dermatitis u otras afecciones de la piel. Actualmente los jaboneros artesanos no suelen utilizar cenizas para la elaboración de jabón, sino que directamente utilizan hidróxido sódico –si el jabón va a ser sólido- o hidróxido potásico- si el jabón va a ser líquido- obtenidas por procesos industriales.
Con el tiempo el uso el jabón se convirtió en un objeto indispensable hasta después la Primera Guerra Mundial, cuando Alemania se vio sometida a un bloqueo de insumos, la grasa comenzó a escasear y los químicos se vieron obligados a recurrir a sustancias sintéticas para la elaboración de limpiadores. Aquí nacieron los primeros detergentes
Detergentes
Los detergentes son una mezcla de sustancias químicas (generalmente sintéticas) que eliminan la suciedad de cualquier tipo de superficie, ya sea un tejido o el suelo por ejemplo. A diferencia del jabón tradicional, los detergentes actúan relativamente bien en aguas duras, aunque generalmente es necesaria una mayor cantidad de producto. El primer detergente se fabricó a principios del siglo XX en Alemania era una mezcla de jabón, perborato y silicato de sodio, ahora se le llama detergente jabonoso porque está a medio camino entre ambos.
Los detergentes tienen tres componentes principales: tensioactivos o surfactantes, coadyuvantes y auxiliares.

Los tensioactivos son los agentes limpiadores (Surfactant: surface active agent). Durante la primera mitad del siglo XX se utilizaban compuestos aromáticos para la fabricación industrial que eran muy tóxicos para el medio ambiente. Posteriormente surgió la segunda generación de detergentes, cuyos tensioactivos eran sulfonatos de alquilbencenno lineales (LAS) estos si son biodegradables y no dañan tanto al medio. Actualmente empresas que se dedican a la producción de cosmética ecológica también utilizan tensioactivos derivados de vegetales como el cocamidopropil betaine (betaina de coco) para la elaboración de detergentes. Existen varios tipos de tensioactivos:
- Aniónicos: Son los más producidos a nivel mundial gracias a su buena relación efectividad/coste. Se caracterizan por tener una carga negativa en el extremo hidrófilo de la molécula. Suelen ser grupos carboxilato, sulfato, sulfonato o fosfato.
- Catiónicos: Se caracterizan por tener carga negativa en el extremo hidrófilo de la molécula. Poseen características bactericidas o al menos retrasan el crecimiento de estas, por ello durante años se han usado en limpiezas de hospitales.
- No iónicos: Estos no dan iones en disolución. Un tipo muy extendido en los productos cosméticos son los polisorbatos.
- Anfóteros: Poseen una carga positiva y una carga negativa, que cambian según el pH.
Los coadyuvantes son sustancias que ayudan a mejorar el efecto de estos tensioactivos. Hasta los años 70 los detergentes podían tener hasta un 50% de trifosfato de sodio, que no se eliminaba en las plantas depuradoras de aguas y llegaraba a ríos o mares. El fosfato es un elemento muy limitante en el medio, es por eso que en el agua favorecía una proliferación descomunal de algas. Estas causaban dos problemas: consumían el oxigeno y nutrientes disueltos en el agua a una velocidad muy alta causando la muerte de muchos organismos acuáticos. Por otra parte la proliferación en superficie de las algas provocaba que la luz no pudiera penetrar y los organismos vegetales que vivían por debajo morían. Por este motivo los fosfatos vienen reduciéndose radicalmente en los detergentes.
Los detergentes tienen además compuestos auxiliares que potencian la limpieza: enzimas, que digieren compuestos orgánicos; compuestos fluorescentes que favorecen el blanqueamiento, estabilizadores de la espuma, colorantes y perfumes.
En el ámbito de la cosmética también se han generalizado los detergentes, se denominan syndet (synthetic detergent) y son una mezcla de varios detergentes, generalmente suele llamarse jabón sin jabón o barras dermatológicas. Es el resultado de la mezcla de varios surfactantes aniónicos suaves, el más usado actualmente es el sodium laureth sulfate (SLS).
En la actualidad hay una gran parte de la sociedad que está en contra de la utilización de compuestos sintéticos en la vida cotidiana y es por eso que hay una pequeña guerra entre los fabricantes tradicionales de jabón y los fabricantes de los nuevos detergentes.

A favor de los detergentes se podría decir que su fabricación es más económica y tienen una ligera acidez que concuerda con el pH de 5 de la piel. Sin embargo, varios de los TA aniónicos que se utilizan pueden causar sensibilidad en la piel, ya sean de uso cosmético o para lavar la ropa. En cambio, los jabones al provenir de grasas animales o vegetales no suele provocar sensibilidad a excepción de alergias concretas – si tienes alergia al aceite de oliva también lo tendrás al jabón que contenga aceite de oliva- aunque la materia prima suele resultar más cara y el pH suele ser neutro o ligeramente alcalino en disolución acuosa.

La receta-experimento
La fabricación casera de jabón resulta interesante para el reciclado del aceite usado. De esta forma se elabora el típico “jabón de trozo” para eliminar manchas en la ropa o limpiar superficies pero no para el cuerpo. Con esta receta se fabricaría un kilogramo de jabón. Es muy importante realizar medidas exactas y protegerse piel, ojos y ropa de la sosa:
Ingredientes
- 636g de aceite de oliva reciclado y libre de impurezas
- 101,8g de NaOH (ojo con la riqueza del producto comercial)
- 261,8g de agua del grifo. Si el agua fuese muy dura sería mejor usar mineral
En este caso hay un exceso de sosa que hará que nuestro jabón sea muy limpiador y también se eliminaran restos orgánicos en el aceite usado.
Elaboración
- La lejía: Preparamos el agua en un bol de cristal, pesamos la sosa caustica y la echamos en el agua, nunca del revés. Mezclamos bien en un sitio ventilado para evitar los vapores y dejamos enfriar. Dejaremos enfriar para que adquiera temperatura ambiente.
- El aceite: Si guardamos el aceite de oliva usado en un tarro nos basta con filtrarlo con un filtro de café, una media o tela de sábana para poder eliminar las impurezas.
- La mezcla: Tradicionalmente se suele hacer a mano durante unos 20 minutos, pero si nos ayudamos de una batidora de mano tardearemos entre 2 y 5 minutos.
Cuando veamos que la mezcla está más espesa (traza), que al retirar la batidora deja marca, es momento me verterlo a un molde, un tupper funcionara perfectamente. Le damos unos golpecitos contra la mesa para hacer que las burbujas de aire suban a la superficie y lo tapamos con film transparente y lo abrigamos con una manta o lo dejamos cerca de algún radiador encendido. A las 24 horas, con guantes, lo sacaremos del molde y lo cortaremos en unos trozos más manejables. Deberemos dejar reposar al menos dos meses para dar tiempo a la saponificación y ya estará listo para usar.
Si las cantidades son muy grandes siempre se puede reducir todo a la mitad, cuarta parte etc… Este método de realizar jabón se conoce como proceso en frío y hay que dejar que la saponificación se complete durante un tiempo. Sin embargo, puede realizarse en caliente-algo más aparatoso- donde el jabón recibe un aporte continuo de calor para acelerar la saponificación, de forma que cuando acabamos el proceso, al cabo de 2-3 horas está listo para usar.
Bibliografía
- www.wikipedia.org
- www.mendrulandia.es
- Alberto Larbalétrier. Tratado práctico de jabonería y perfumería. Maxtor, 2009.