lunes, 2 octubre 2023

Breve historia de la Casa de la Química de Segovia, donde enseñó Proust

Al azar

En Segovia (España) hay un edificio de estilo neoclásico que llaman la Casa de la Química. Sobre su puerta principal se lee: Real Laboratorio de Chimia. Este fue fundado por decisión del rey Carlos III y fue contratado como primer director el francés Joseph-Louis Proust, un químico de prestigio en quien se confiaba la tarea de sembrar en el país el germen de la nueva química. A propósito, esto decía El Mercurio de España en su número 3 del año 1792 (página 78):

El Laboratorio pertenecía al Real Colegio de Artillería de Segovia. En esta institución Proust no solo enseñó química, mineralogía, metalurgia y docimasia (desde 1786 a 1799, año en que se trasladó a Madrid), sino que realizó una investigación de primer nivel mundial. Fue allí donde descubrió una de las leyes fundamentales de la Química, la de las proporciones definidas, que sirvió para dar consistencia empírica a la teoría atómica de Dalton.

Proust publicó este y otros resultados en una revista que era muy prestigiosa en la época: los Anales del Real Laboratorio de Química de Segovia.

En sus clases, el químico francés destacaba que:

A la artillería le es necesario conocer la aplicación de la Química a la artillería en el empleo de los metales para la fundición y fábrica de armas, y de las sustancias salinas combustibles o no combustibles extraídas de los tres reinos de la naturaleza, para la composición de la pólvora y los fuegos marciales…

Una de las instalaciones del Real Colegio de Artillería era el Laboratorio de Mixtos (hoy inexistente pues fue demolido en 2006). Se llamaba mixto a una mezcla de sustancias inflamables que se usaban en la fabricación de artificios incendiarios, explosivos o de iluminación. A los cadetes se les enseñaba cómo usarlos.

El capitán Tomás de Morla, también docente en aquella institución, escribió un Tratado de Artillería que explicaba cómo fabricar explosivos con los adecuados “ingredientes” (salitre, carbón, azufre y otros compuestos químicos), “géneros” (papeles, cuerdas, colas y engrudos para amalgamar dichos compuestos) y “útiles e instrumentos” (romanas, almireces, tamices, morteros, vasijas…).

Otra faceta del trabajo de Proust en el laboratorio fue investigar sobre tintes, porcelanas y otros materiales relacionados con la industria segoviana de la época. Lo hizo a instancias de la Sociedad Económica de Amigos del País de aquella ciudad. Los tintes eran fundamentales para hacer más atractivos los paños que se confeccionaban. Especialmente, los tintoreros deseaban obtener buenos tintes de colores “grana” y “azul turquí”, que hacían furor en aquellos tiempos.

Después de Proust

Tras la marcha de Proust el laboratorio de “chimia” perdió parte de su alma e incluso llegó a cerrar. Pero desde 1815 el director general de Artillería Martín García Loygorri luchó por su reapertura, lo que consiguió en 1821. Pronunció el discurso inaugural César González, un discípulo de Proust, que dijo (respetamos la ortografía de la época):

Es bien savida la necesidad de la chímica para ejecutar con conocimiento las operaciones de nuestras fabricas de artilleria, armas, municiones, inclusa la polvora, laboratorios de fuegos artificiales &a y para adelantar en la eleccion de las primeras materias de su convinación y de las lavores que producen los artefactos de todas las especies que usa y construye el Real Cuerpo de mi cargo.

Y:

La ciencia del analisis y de la convinación mas adecuada de las substancias y materias es muy indispensable al estudio de un oficial de artillería pues no hay otro modo para reconocer las polvoras, los salitres, &a los artificios como v.g. cohetes á la congreve y los metales que saber analizarlos conocer sus principios y poderlos convinar como sucede cuando se aligan el cobre y el estaño para la formacion de los bronces.

Antiguo laboratorio de Química de la Academia de Artillería (Ejército de Tierra Español / Flickr)

Hasta 1873 en el Colegio de Artillería se siguió explicando una química enfocada hacia la mineralogía, dado el interés en la determinación y uso de sustancias minerales para la preparación de explosivos, aunque también esta misma motivación dio lugar a ciertos estudios de química orgánica en la institución; por ejemplo, se prestó gran atención a la fabricación de algodón pólvora (nitrocelulosa), ingrediente básico de la “pólvora sin humo”.

Otro antiguo laboratorio de la Academia de Artillería (Ejército de Tierra Español / Flickr)

Después, hasta finales del siglo XIX, los trabajos del laboratorio se enfocaron también hacia la resistencia de aleaciones y fundidos para construir armamentos. Y ya en el primer tercio del siglo XX se dejó notar la influencia de la química física alemana (Ostwald, Arrhenius, Van’t Hoff…) porque en el currículum se aumentó la importancia de los estudios de termodinámica y electroquímica, así como el de gases, especialmente los tóxicos. Allí enseñaron ilustres profesores como Montenegro, Martínez Vivas o Fernández Ladreda (este último investigó en Estados Unidos y fue ministro de Franco).

Casa de la Química de Segovia

Finalmente desde los años 30 a los 90 del siglo XX se vivió la última etapa de la enseñanza de la Química en la Academia de Artillería. Ha quedado registrado el paso por allí, por diversos motivos, de insignes químicos españoles como Antonio de Gregorio Rocasolano, Enrique Hauser y especialmente Enrique Moles —apellido más químico no podía tener este director general de pólvoras y explosivos de la Segunda República que hubo de huir a Francia tras la Guerra Civil— y los extranjeros Paul H. Müller (que sintetizó el insecticida DDT) y Morris W. Travers (descubridor del xenón, el neón y el kriptón). Finalmente, en la década de 1990 se eliminó la química de los estudios de artillería (de lo cual nos alegramos mucho).

Alcázar de Segovia

Parte del Archivo General Militar

Actualmente, la Casa de la Química pertenece al Archivo General Militar de Segovia, que es el más antiguo de las Fuerzas Armadas españolas. Este archivo custodia unos 75 000 legajos en casi 16 kilómetros lineales de estanterías y se reparte físicamente entre el famoso Alcázar de Segovia y la Casa de la Química, en la que se encuentran el área de control, parte de las oficinas administrativas y cuatro de las veintiuna salas de depósito.


Referencias bibliográficas

  • Libro de la exposición Las huellas de la Química, las huellas de Segovia celebrada en 2011 con motivo del Año Internacional de la Química. Editado por la Biblioteca de la Academia de Artillería
  • Biblioteca Nacional de España – Hemeroteca Digital
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