sábado, 20 diciembre 2025

En la Tierra de las Aguas Eternas

Rodrigo González Vargas »

Los contrastes en la pequeña Costa Rica son muchos. La exuberancia de su vegetación es sorprendente, pero hay territorios para todos los gustos.

Y es que arriba, muy arriba, en el Macizo del Chirripó, se entiende por qué ahí las aguas son eternas, cual reza el nombre del cerro más elevado del país y uno de los más altos de Centroamérica.

A más de 3000 metros sobre el nivel del mar, es otro país dentro de nuestro país. A diferencia de nuestro típico trópico, su aspecto y clima es algo inusual para el promedio de los “ticos”. Es el páramo, que contrasta marcadamente, en vegetación, suelo y temperatura, con la selva y el bosque de apenas 1400 metros más abajo.

Este páramo carece, justo después de los 3200 metros, de árboles, y lo dominan las chusqueas, plantas que a mi gusto se asemejan a pequeños y delgados bambúes espinosos (perdonen acá los botánicos mi interpretación inexperta). Luego, las rocas son dueñas de la mayoría del lugar.

Pero no hay que dejarse engañar.

Solo el hecho de transitar por la ruta de a pie desde San Gerardo de Rivas, en las inmediaciones de San Isidro del General, Peréz Zeledón, Zona Sur, por esas escaleras de 16 kilómetros, hasta los únicos albergues, Los Crestones, a seis kilómetros de la cima, es ya un logro casi espiritual.

Vale la pena vivir los ascensos a sus diferentes cimas. Porque no es solo el Chirripó. El Terbi, los propios Crestones y el Ventisqueros, son visitas casi obligadas, cimas apenas unos metros menos altas que la pirámide del Chirripó, cuyo punto superior está a 3820 metros.

Es una aventura, con mil anécdotas. Ya seremos capaces de compartirlas con los corazones amigos.

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