lunes, 2 octubre 2023

La tinta del Evangelio de Judas es un ejemplo de transición entre las muy antiguas y las medievales

Al azar

Entre los muchos documentos que la iglesia católica no considera “canónicos” se encuentra el llamado “Evangelio de Judas”, que aporta una visión distinta sobre este discípulo de Jesús de Galilea, considerado traidor en otras fuentes y cómplice en esta, pues se considera a Judas Iscariote un brazo ejecutor “de lo que tenía que ser”. Los especialistas creen que el documento original fue escrito entre los años 130 y 170.

Una copia del mismo apareció en 1978 dentro de un códice copto del siglo IV. Estaba muy deteriorado, pero la sociedad National Geographic se encargó de restaurarlo y en 2006 hizo públicas sus conclusiones. Entre ellas figuraba la datación por el método del radiocarbono, que dio como resultado una “horquilla” entre los años 220 y 340 después de Cristo, y los estudios químicos de la tinta, realizados por Joseph Barabe hace unos años.

Estos análisis hicieron pensar que el documento era falso porque la composición de la tinta no era la que se esperaba, según los conocimientos que se tienen de las tintas de aquella ápoca. Se temió que alguien hubiera utilizado un soporte verdaderamente antiguo y hubiera escrito sobre él el texto supuesto del evangelio de Judas.

Sn embargo, el mismo Barabe, dio la clave que parece confirmar que el documento es auténtico en cuanto a su antigüedad. Se trata de un estudio hecho por expertos el museo del Louvre sobre un certificado de matrimonio escrito en copto que se encuentra en aquella institución y que data del sigo III. Su tinta y la del “evangelio de Judas” son muy parecidas.

La tinta

El evangelio fue escrito con tinta del tipo ferrogálica, a base de sulfato ferroso. Estas tinas son muy negras pero con el tiempo se van volviendo marrones. La del evangelio contenía también negro de humo (es decir, hollín) fijado con un aglutinante de goma.

Aunque estas tintas se usaban ya en el siglo I, la del evangelio tiene una peculiaridad que despertó sospechas: su carencia de azufre. Las tintas ferrogálicas mas conocidas, las medievales, además de sulfato ferroso contenían ácidos tánicos extraídos de agalla de roble (por eso se llaman también de agalla). Su origen vegetal explica la presencia de azufre.

En la tinta de los documentos del Louvre tampoco hay azufre, lo que hace pensar a Barabe que la tinta utilizada en el Evangelio de Judas fue una especie de “eslabón perdido” entre las tintas a base de carbono del mundo antiguo y las tintas de sulfato ferroso que se popularizaron en la Edad Media.

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