viernes, 19 diciembre 2025

Los fenicios dejaron su cultura en sus colonias mediterráneas, pero no su ADN

Cuando pensamos en una civilización antigua que se expande por nuevos territorios, solemos imaginar barcos llenos de personas, familias enteras que viajan a tierras lejanas y fundan ciudades. Así se ha contado durante años la historia de los fenicios: un pueblo comerciante del Medio Oriente (lo que hoy es Líbano) que navegó por el Mediterráneo fundando colonias y esparciendo su lengua, su religión y su famoso alfabeto, antecesor del griego y del latino. Pero un nuevo estudio científico acaba de romper esa idea… y nos deja con una historia sorprendente.

Un equipo internacional de genetistas analizó el ADN de unas 200 personas que vivieron en antiguas ciudades y colonias fenicias repartidas entre Europa, África del Norte y el Medio Oriente. ¿El objetivo? Saber si esas personas eran descendientes directos de los fenicios del Levante o si eran poblaciones locales que solo habían adoptado su cultura.

¿Y cuál fue la sorpresa? Que esas personas no compartían ascendencia genética con los fenicios originales. Ni siquiera con los cananeos, que fueron sus antepasados culturales en la región del actual Líbano. Es decir, los restos humanos de lugares como Cartago (Túnez), Sicilia o Ibiza no mostraban señales de “ADN fenicio”. En cambio, tenían mezclas genéticas locales o mediterráneas, como de antiguos griegos o sicilianos. Más adelante, también apareció influencia del norte de África, sobre todo cuando Cartago se convirtió en un gran centro de poder.

¿No eran fenicios?

Sí, culturalmente lo eran. Vivían en ciudades que hablaban lengua fenicia, usaban su alfabeto, rendían culto a sus dioses y comerciaban como ellos. Pero genéticamente, no eran descendientes de los fenicios del Medio Oriente. Es como si muchos pueblos diferentes del Mediterráneo hubieran adoptado la “marca fenicia” sin necesidad de ser de sangre fenicia.

Esto demuestra que los fenicios eran una cultura de integración y asimilación. Se asentaban donde navegaban. No imponían su identidad biológica, sino que compartían su forma de vida. Eran como un pegamento cultural en un mar de pueblos diversos.

Y aún más curioso: el estudio encontró vínculos familiares entre personas enterradas en lugares lejanos. Por ejemplo, un posible par de primos segundos, uno en Túnez y otro en Sicilia. Esto sugiere que, más allá del comercio, había movimiento real de personas entre colonias. Una especie de “autopista mediterránea” de gente, ideas y cultura.

¿Y por qué tantas comunidades distintas quisieron adoptar la cultura fenicia? Esa es la gran pregunta. ¿Fue por conveniencia comercial? ¿Por prestigio? ¿Por necesidad? ¿Era la cultura fenicia como una franquicia? ¿Algo que se podía adoptar sin tener que ser fenicio de nacimiento?

Este descubrimiento nos recuerda algo importante: las civilizaciones no siempre se expanden con ejércitos o migraciones masivas. A veces, lo que viaja es la idea, no la sangre. Y en el caso de los fenicios, su legado fue tan fuerte que cruzó mares… sin necesidad de llevar consigo a los propios fenicios.

Tres modelos de colonización: fenicio, inglés y español

De estos hallazgos podríamos decir que la colonización fenicia, la inglesa en América del Norte y la española en Hispanoamérica representan tres formas muy distintas de expandir cultura e influencia.

Los fenicios (ca. 1200–146 a.C.) no impusieron su lengua ni desplazaron a los pueblos locales. En lugar de conquistar, establecieron redes comerciales por el Mediterráneo. Su cultura —alfabeto, religión, estilo urbano— fue adoptada voluntariamente por diversos pueblos, pero sin que haya una huella genética o lingüística uniforme. Fue un modelo de colonización comercial y flexible, donde el idioma fenicio convivía con lenguas locales.

En contraste, los ingleses en América del Norte (siglos XVII–XVIII) implantaron colonias cerradas, con fuerte separación racial y cultural entre los ingleses y los nativos que dejaron vivos. No fomentaron el mestizaje, y la lengua y cultura indígenas fueron marginadas rápidamente. Su modelo fue excluyente, y el inglés se convirtió en lengua dominante por sustitución.

Los españoles en Hispanoamérica (desde 1492) sí promovieron una integración más profunda: hubo mestizaje biológico y cultural, evangelización en lenguas indígenas al principio, y luego una castellanización más fuerte a partir del siglo XVIII. El español se difundió tanto por política oficial como por interés práctico de los pueblos indígenas.

Así, el modelo fenicio fue integrador y descentralizado, el inglés segregador y excluyente, y el español asimilador y jerárquico, cada uno dejando huellas muy diferentes en las sociedades colonizadas.


Más información en Nature.

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