viernes, 19 diciembre 2025

Patrimonio artístico-cultural del Instituto de Enseñanza Secundaria «Columela», de Cádiz

Inmaculada Gavira Vallejo »

El Instituto de Enseñanza Secundaria Columela posee un riquísimo patrimonio material desconocido, desgraciadamente, por la mayor parte de los ciudadanos gaditanos. Instrumentos y aparatos de física, ciencias naturales, matemáticas, y un magnífico fondo bibliográfico que es la esencia de su biblioteca configuran este rico patrimonio, al cual hay que añadir los retratos pictóricos de los directores del centro.

Son cinco de estos retratos, pintados por Federico Godoy y Francisco Prieto, y los dos ejemplares del Tratado de Arte escrito por el pintor cordobés Antonio Palomino de los que me voy a ocupar.

Los pintores

Federico Godoy y Francisco Prieto desarrollaron su obra en una época en la que, aunque en Europa había comenzado a iniciarse la ruptura con el arte clásico a través del movimiento impresionista, en España dicho movimiento fue, si no totalmente, sí parcialmente ignorado, y en aquellos casos en los que se desarrolló, como con Sorolla, el movimiento tomó tintes muy particulares.

Quizás uno de los motivos más relevantes de esta decisión fuese el gran peso que la pintura histórica tenía en nuestro país, que gozaba de una altísima consideración. Además este género se vio favorecido por las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes que comenzaron en 1856. Se considera a la obra “Colón en el Convento de la Rábida” del pintor Eduardo Cano el punto de partida de la pintura de historia.

Las otras tendencias que predominaron a finales del S. XIX en España fueron el paisajismo, que también conoció un amplio desarrollo siendo el pintor más destacado Carlos Haes, y el costumbrismo. Este último movimiento se extendió hasta mediados del S. XX

No es fácil encontrar en un centro de enseñanza joyas pictóricas y bibliográficas como las que posee el IES Columela de Cádiz. Sus casi 150 años han dejado una intensa huella en su patrimonio que una vez más abre sus puertas a todos los que quieran conocerlo.

Francisco Prieto pintando en Ubrique en torno a 1928 / Fotografía gentileza de José María Prieto Soler.


Francisco Prieto

Francisco Prieto (Valladolid, 1884 – Cádiz 1966) estudió en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Valladolid (1896-1902) y en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Aunque estas fechas corresponden en la historia del arte con el auge del postimpresionismo, la formación inicial que recibe Prieto es académica. En 1905, con 21 años, se traslada a París, lugar en el que aclaró su paleta vivificando los colores y perfeccionando sus cualidades de iluminista y colorista.

Su vinculación a Cádiz comienza en 1917, año en el que obtuvo una plaza de Profesor Especial de Dibujo en la Escuela Normal de Maestros y Maestras de Cádiz.

Se instaló en la Alameda Apodaca, donde tenía su estudio y vivienda. Más tarde se trasladó a la Plaza Mina, viviendo en la casa donde había nacido Manuel de Falla.

Los premios obtenidos en varios concursos (varias medallas en concursos nacionales) le habían permitido vivir de la pintura. Además, desde el año 1918 no dejó de exponer su obra. Es, precisamente, en esta fecha cuando hace su primera exposición gaditana, que consistió en tres retratos de particulares y que fue comentada en el Diario de Cádiz. En marzo de 1921 hizo una segunda exposición con dos retratos más y en noviembre del mismo año volvió a exponer en la calle Ancha: retratos, paisajes de Arcos y el Generalife, apuntes y dibujos.

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Debido a la impresión que le causó la localidad de Arcos de la Frontera (donde conocería a su futura mujer) Prieto se dedicó a descubrir y pintar la provincia de Cádiz, sobre todo la comarca de la Sierra. Ejemplos notables son: Semana Santa en Arcos (1924), Plaza de Toros de Arcos de la Frontera (1933), Corrida de Toros en Arcos (1930), Casas de Setenil (1950) y Tarde de Fiesta en Ubrique (obra que fue presentada en la Exposición Universal de Barcelona de 1929, reproducida sobre estas líneas).

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Francisco Prieto: Plaza de toros de Arcos.

En 1930 es nombrado académico de número de la Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz. Cuatro años más tarde y por Orden Ministerial del 13 de diciembre de 1934 fue nombrado Profesor Numerario del Instituto Nacional de Enseñanza Media Columela con estancia interrumpida. El 15 de noviembre de 1953 y por Orden Ministerial era nombrado Catedrático de Dibujo de dicho Instituto. Un año más tarde se jubiló como docente.

Las primeras obras conservadas mostraban poco interés por el paisaje, centrándose más en la figura popular, el instante y la anécdota. En cambio fue evolucionando hasta acabar siendo un impresionista centrado sobre todo en la luz y el color.

Plaza de la Verdura de Ubrique. Este cuadro lo pintó Francisco Prieto en 1928 y enseguida lo llevó a América (Argentina). Tras muchas vicisitudes volvió a Ubrique en 2011.

El profesor Fernando Pérez Mulet, que hizo un magnífico estudio de su obra, distingue tres periodos en su producción pictórica:

-Una primera etapa que duraría desde sus inicios hasta 1936. En ella utiliza una amplia gama de colores vivos siendo la pincelada muy corta. No utiliza la espátula nunca y la figura se convierte en el motivo central de sus obras.

En este periodo pintó dos series muy distintas: las maternidades, en las que utiliza como modelos a su esposa y a su hijo Rafael y las visiones de Tetuán.

En las primeras concede una importancia vital al retrato y utiliza una pincelada ancha y espesa. En cambio, en las visiones de Tetuán, realizadas en un viaje a Marruecos, emplea colores exaltados y un dibujo espontáneo y abocetado.

– La segunda etapa la pasó Prieto entre Madrid y Cuenca y se extiende desde el principio de la Guerra Civil hasta 1942. Estuvo muy influenciada por el pintor Fernando Labrada (autor de brillantes y minuciosos retratos). En este periodo el artista mostró un interés especial por la figura humana, sobre todo por el rostro. Realizó una pintura muy uniforme y poco colorista. El dibujo se convirtió en la clave central para delimitar la figura.

– La tercera etapa, que durará hasta su muerte, es una vuelta a la luz y al color que tanto habían definido su obra. Se desprende de la minuciosidad y el detallismo alcanzado en Cuenca y ahonda una vez más en la técnica impresionista.

En ninguna de estas etapas se acogió el pintor a las nuevas corrientes pictóricas que barrían en esos momentos Europa. Su modernidad no fue más allá del impresionismo. Antonio de la Banda y Vargas define a su estilo como realista-iluminista.

Lo mejor de su producción pictórica es sin duda alguna la representación del paisaje provincial. Pero aunque fue un excelente paisajista también realizó espléndidos retratos como los que les hizo a Primo de Rivera en 1924 o a Jacinto Benavente en una fugaz visita a Cádiz siendo ya Premio Nobel. También retrató a José Mª Pemán, a Eugenio D’Ors a Manuel de Falla o al General Varela. Menos conocidos, quizás por su ubicación, son los retratos que realizó a García Noguerol, Álvarez López, Valentín de la Varga y Agustín Lahuerta, todos ellos directores del IES Columela.

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García Noguerol, que ejerció la dirección entre los años 1907-31, aparece representado como un hombre apacible, con rasgos suaves y mirada amable.

A diferencia de los retratos clásicos, aparece la figura con medio busto captado por debajo de la cintura, es decir sobresalen tres cuartas partes de la figura retratada. Está de pie con los atributos propios de la dirección: toga, velillos, guantes blancos, libro en la mano y medalla.

La actitud que muestra el retratado no es autoritaria, más bien todo lo contrario.

Estilística y compositivamente responde a las normas clásicas del retrato español, desarrollado principalmente desde el barroco. Es decir, la figura está dibujada sobre un fondo negro en la que se aprecian los contornos del rostro y los ropajes con gran precisión. Se perfila la silueta en negro con pinceladas largas y uniformes.

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Álvarez López fue director del IES Columela durante el bienio 1931-32. Es muy interesante su retrato porque muestra su juventud a través del rostro. Sus actitudes psicológicas se manifiestan en la intensidad de su mirada y en una leve y esbozada sonrisa que se perfila en las comisuras de sus labios.

Como García Noguerol aparece la figura de pie, representando las tres cuartas partes de su cuerpo.

Al igual que el resto de los retratos, está dibujado sobre un fondo neutro, con suaves pliegues y pincelada limpia.

Prieto supo captar perfectamente la psicología del personaje.

Los retratos de Valentín de la Varga y Agustín Lahuerta presentan algunas diferencias con los anteriores: aparecen sentados con los atributos mencionados con anterioridad y manifiestan una gran autoridad. Sus rostros expresan dureza con los rasgos muy marcados y las cejas enjutas. Sus miradas son firmes y profundas. El realismo con el que están pintados se pone de manifiesto, una vez más, en las arrugas del rostro.

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Valentín de la Varga fue director desde el año 1932 hasta 1936. Agustín Lahuerta ejerció el mencionado cargo desde 1936 hasta 1942.

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La obra de Francisco Prieto ha sido objeto de numerosos reconocimientos y homenajes. Son muchas páginas que se han escrito para elogiar a este artista que no sólo expuso en España, sino también en París, Bruselas, Lisboa e Hispanoamérica.

El Diario de Cádiz, en su exposición del centenario celebrada en el Palacio de Congresos de Cádiz, le dedicó uno de sus paneles. Y en la Diputación Provincial de Cádiz se realizó una completísima Exposición-Homenaje en 1984 en el centenario de su nacimiento.

Cádiz lo recuerda con un busto en la Alameda Apodaca desde el año 1973 y una calle con su nombre en el barrio de La Laguna.

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Federico Godoy

Federico Godoy Castro (Cádiz, 1869- Sevilla 1936) estudió en Cádiz en la Escuela Especial de Bellas Artes durante 14 años casi ininterrumpidos. Desde 1885 comenzó a exponer con asiduidad en la Academia Libre de Bellas Artes y en 1886 en el Ateneo.

La primera Medalla obtenida fue de Plata y se la concedieron tras exponer en la Exposición Marítima Nacional.

Como retratista comenzó su carrera con el retrato del escritor Fernández y González que también le encarga el Ateneo. Le siguieron los retratos del doctor Marenco, de Su Majestad la Reina Regente, el retrato para la Sociedad Genealógica de Madrid y el retrato a lápiz de Adolfo de Castro, también para el Ateneo.

En 1902 empezó a trabajar como profesor de pintura, paisaje y marina de la Escuela de Cádiz con un sueldo anual de 3000 pesetas. Un año más tarde fue nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Se traslada a Sevilla en 1929, fijando allí su residencia, tras ser nombrado profesor de la Escuela de Bellas Artes local.

En su formación inicial tuvo gran influencia Rodríguez de Barcaza, que lo encaminó hacia el realismo, aunque sus dos grandes maestros fueron José Morillo Ferradas, su profesor en Cádiz, y Sorolla, cuyo taller frecuentaba asiduamente en Madrid.

Técnicamente utilizó todos los procedimientos conocidos en su tiempo: lápiz negro, color, sanguina, pluma, pastel, acuarela y óleo. También trabajó con una gran variedad de soportes: tabla, cartón, telas y papel de todas las clases y colores.

Su pincelada evolucionó, siendo larga y fina en los comienzos, hasta el pegote y la mancha.

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Cultivó todos los géneros: pintura de historia, pintura de género, figuras, escenas costumbristas, caricaturas, naturalezas muertas, paisajes, pero sin duda alguna su género favorito y en que se consolidó como un gran maestro fue el retrato.

Con una factura excelente y un dibujo magnífico plasmó en todos sus retratos la psicología del representado. Era capaz de hacerlo en muy poco tiempo con una rapidez asombrosa. Le gustaba resaltar el rostro, para lo que utilizaba los fondos lisos de color oscuro.

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El retrato que Federico Godoy le hizo a Vicente Rubio y Díaz, primer director del Columela, es extraordinario. Destacan en él la naturalidad con la que ha reflejado los rasgos faciales, desde el color de la piel hasta la atenta mirada del retratado, dando la impresión de que el protagonista está vivo. También es magistral la aplicación del color conseguido con una sucesión de pinceladas cortas, aplicando colores oscuros para la vestimenta y claros y suaves para el rostro. Aunque, sin duda alguna, lo más excepcional del retrato es la captación psicológica del personaje, que nos conduce hasta un hombre bueno, de carácter templado y sereno.

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Antonio Palomino

Antonio Palomino de Castro y Velasco (Bujalance, Córdoba 1655 – Madrid, 1726) está considerado como el mejor tratadista del arte español. Desde muy temprana edad se dedicó a la pintura. Estudió en Córdoba gramática, filosofía, derecho, teología y cánones. También en esta ciudad recibió lecciones de pintura de Valdés Leal.

Se ordenó subdiácono y luego se casó con Catalina Bárbara Pérez de Sierra. Se hizo sacerdote tras morir su esposa.

Fue pintor real con Carlos II. Entre sus obras cabe resaltar los frescos de la Basílica de los Desamparados y de la Iglesia de los Santos Juanes en Valencia, pinturas en el Sagrario del Monasterio del Paular, en el retablo mayor de la Catedral de Córdoba y en el retablo del convento de San Esteban en Salamanca.

Pero Antonio Palomino no es tan conocido en la historia del arte tanto por su obra pictórica como por su obra científica-literaria. Fue el primer tratadista del arte en España. Escribió una vasta obra compuesta por tres volúmenes titulados los dos primeros “El Museo Pictórico y La Escala Óptica” y el tercero “El Parnaso español pictórico”, siendo este último una de las principales fuentes para la historia de la pintura barroca española.

La primera edición (la única hecha en vida del autor) es de 1715-24. Se publicó un resumen de la obra original en Londres en 1742. Fue traducida al francés (1749) y al alemán (1781).

La segunda edición fue publicada en Madrid en 1797. Uno de los ejemplares de dicha edición se encuentra en el IES Columela. Se trata de dos tomos. En el primero de ellos, llamado El Museo Pictórico y La Escala Óptica, se expone la teoría del arte de la pintura.

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En él existe como curiosidad una nota llamada Advertencia del Editoren la que justifica la edición y aclara cómo han respetado el texto original incluida las estampas ya que contaban para su publicación con los originales grabados de D. Juan Bernabé Palomino (sobrino del autor).

A su vez, en el prólogo, el autor cuenta que el libro que más le había influido para plantearse escribir esta obra había sido “Perspectiva práctica”, de Vignola, que había leído en toscano. Este tratado le permitió conocer las matemáticas, pues eran el fundamento de esta obra. De esta forma A. Palomino confiesa que comenzó a dar clases con el Padre Jacobo Kresa. Y comenzó a interesarse por los problemas ópticos.

También en este prólogo el autor justifica los títulos de los dos tomos. Al primero lo llama “Museo” por “el derecho que lo vinculan con las nueve Musas, que reparten sus nueve libros, cada uno con una introducción propia”. Al segundo lo llama “Escala Óptica” por estar en ella impartidos los grados por donde ha de ir sucesivamente ascendiendo el principiante hasta llegar a los fundamentos de la óptica”. Junto a las ilustraciones, una de las partes estéticamente más hermosas y a su vez curiosas de este tomo es el Índice. Éste se llama “Tabla de los libros y capítulos contenidos en este tomo”.

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El volumen del que estamos hablando se compone de tres libros; el primero se llama El aficionado, consta de nueve capítulos en los que se explica el origen de la pintura y la composición; el segundo libro se llama El curioso. Son 12 capítulos que tratan de demostrar por qué la pintura es una ciencia. También habla de los maestros antiguos de la pintura. Al tercer libro lo titula El diligente. Son cuatro capítulos en los que se desarrollan los problemas técnicos de la pintura como la geometría, la perspectiva, la luz y del color. Lo más curioso de este último libro son los planteamientos de los teoremas y problemas para aprender el arte de la pintura. Algunos ejemplos son dignos de mencionar como la propuesta para medir una media naranja aunque sea aovada.

Concluye la obra con dos índices; uno de términos del arte de la Pintura y sus definiciones (llamado Índice de términos privativos de la Pintura) y en el que se encuentran definiciones tan curiosas como

agrio: Adj. En Pintura lo desabrido y de mal gusto el color. Llámese también de mala manera.

lápiz blanco: piedra blanca gredosa, dócil y apta para tocar de luz los dibujos que se hacen sobre papel de media tinta.

El segundo Índice se llama Índice de las cosas más notables contenidas en este “Tomo”. En el se dan a conocer algunos datos de artistas, personajes relacionados con el arte y algunos términos artísticos no técnicos.

Al final de la obra aparecen las láminas y los dibujos.

En el segundo de los tomos aparecen las dos obras restantes, es decir “El Museo Pictórico y La Escala Óptica” y “El Parnaso Español Pictórico”, editados ambos por la Imprenta de Sancha en 1797.

El autor cuenta en el segundo volumen cuál es el modo de pintar al óleo, al temple y al fresco y cómo se debe usar la perspectiva común en los techos, ángulos, teatros y monumentos.

El ejemplar consta de dos partes, un prólogo del lector y el índice. Se compone de cinco libros. El libro IV se titula El Principiante y está compuesto de ocho capítulos en los que se le dan consejos a los aprendices de cómo deben elegir maestros, de los rudimentos a utilizar en la pintura, y también se expone la simetría del cuerpo humano. Este último aspecto viene apoyado al final de la obra por las magistrales láminas que realizó el sobrino del autor.

El libro V se llama El Copiante. También consta de ocho capítulos en los que se explica cómo se debe copiar del natural: flores, frutas etc.

El libro VI se llama El Aprovechado. Son cinco capítulos en los que se explica cómo es la técnica del temple y la importancia que esta tiene la observación del natural.

El libro VII se llama El Inventor. En los cuatro capítulos que lo componen se explica la técnica del fresco.

El libro VIII se titula El Práctico y en sus seis capítulos se enseña a utilizar la perspectiva en los techos, las cúpulas y otras superficies.

El libro IX, El Perfecto, es muy curioso, ya que en sus 16 capítulos se dan a conocer ejemplos concretos como modelos a seguir: Idea y Pintura del Hospital Real de la Corte, Idea para la Pintura de la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari en Valencia; Cúpula de Nuestra Señora de los Desamparados en Valencia, etc. Además escribe sobre algunas curiosidades y secretos de la pintura.

El Tomo III, El Parnaso Español Pictórico, cuenta las vidas de los pintores españoles y de aquellos pintores extranjeros que habían trabajado en España, Consta de un Preludio en el que explica quiénes han sido aquellos autores en los que él se ha basado para conocer algunas de las vidas de los artistas. Además de Vasari (citado en el primer volumen) Palomino agradece haber bebido en las fuentes de Lázaro Díaz del Valle y de Juan de Alfaro.

Lázaro Díaz del Valle (León, 1606- Madrid, 1669), criado de Felipe IV, fue cronista e historiador español. Entre sus obras destaca Origen e Ylustración del Nobilísimo y Real Arte de la Pintura y el Dibuxo. En él trata de recopilar las biografías de los artistas españoles. Lo redactó entre 1656 y 1658.

Juan de Alfaro (Córdoba, 1643 – Madrid 1680), pintor y miniaturista barroco, cultivó el género del retrato. También se dedicó al estudio de artistas y recopiló manuscritos de Pablo Céspedes que versaban sobre la obra de Velázquez.

En este tomo se da vasta cuenta de la vida de 226 artistas españoles y extranjeros afincados en España.

La obra acaba con el Índice de las cosas más notables, que no es más que un vocabulario, una Tabla con las figuras morales y los ideales contenidos en estos dos tomos y una tercera Tabla de Pintores y Escultores cuyas vidas se exponen en el Tomo III.

Completan la obra una Tabla de Apellidos y las excelentes ilustraciones sobre la proporción del cuerpo humano y de los elementos arquitectónicos que aparecen en la pintura.

Considerado el Vasari español, la última traducción de la obra de Antonio Palomino al inglés se hizo en 1987.


Bibliografía

  • ARIAS ANGLÉS, Enrique: Pintura Española del S.XIX. Cuadernos de Arte Español. Barcelona.1992
  • ARIAS ANGLÉS, Enrique: Historia del Arte Español: Del Neoclasicismo al Impresionismo. Madrid. Akal, 1999. Colección Arte y Estética.
  • BOZAL, V.: Historia del Arte en España II: Desde Goya hasta nuestros días. Istmo, 1995. Colección Fundamentos.
  • CALVO SERRALLER, F.: Pintores Españoles entre dos finales de siglo, 1880-1990. De Eduardo Rosales a Miquel Barceló. Alianza, 1990.
  • PALOMINO DE CASTRO Y VELASCO, A.: El Museo Pictórico y la Escala Óptica. Madrid, 1797.
  • PÉREZ MULET, F.: La Pintura Gaditana (1875-1931). Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba y Excmo. Ayuntamiento de Cádiz. Córdoba, 1983.
  • PÉREZ MULET, F.: El Pintor Francisco Prieto Santos. Vida y Obra. Instituto de Estudios Gaditanos. Cádiz, 1979.

Este artículo se publicó originalmente en Historias de Ubrique el 19 de julio de 2012.

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