En redes sociales abundan los trucos para dormir: desde cintas para cerrar la boca hasta mantas pesadas o almohadas “milagrosas”. No es extraño: millones de personas en todo el mundo padecen insomnio o simplemente no logran descansar lo suficiente. Este problema sostiene un mercado de ayudas para dormir que supera los 100 000 millones de euros anuales.
Sin embargo, los científicos advierten que muchas de estas soluciones no tienen base sólida. Y lo peor: si fallan, pueden desanimar a quienes realmente necesitan ayuda. La alternativa, dicen los expertos, está en mirar a la ciencia circadiana, que estudia los relojes internos del cuerpo humano.
Los relojes que marcan la vida
Durante los últimos cincuenta años, los investigadores han descubierto que tenemos una red de relojes biológicos que sincronizan procesos esenciales: desde la digestión y la defensa frente a infecciones, hasta el sueño. Pero estos relojes no funcionan de manera automática; necesitan señales externas —como la luz solar, los horarios de comida y la regularidad del descanso— para mantenerse ajustados.
El problema es que la vida moderna suele jugar en contra: pasamos demasiado tiempo bajo luz artificial, comemos tarde, dormimos a horas irregulares y cambiamos de horario entre semana y fines de semana, generando un “jet lag social”. Las consecuencias son notables: a corto plazo, peor memoria, humor y reflejos; a largo plazo, mayor riesgo de diabetes, depresión, demencia, cáncer, enfermedades cardiovasculares e incluso muerte prematura.
Tres pilares para un buen sueño
Los especialistas coinciden en que, para mejorar el descanso y la salud, conviene atender tres aspectos básicos:
- Luz y oscuridad en contraste.
- Horarios regulares de comida.
- Ritmos estables de sueño.
El papel de la luz
La luz es la señal más poderosa para el sistema circadiano. En especial, la luz azul del cielo diurno, que puede alcanzar los 10 000 lux incluso en días nublados, frente a los 200 lux de la mayoría de hogares. Por eso, exponerse al sol durante el día y reducir la luz artificial por la noche es fundamental.
Los científicos han demostrado que incluso una lámpara encendida en mitad de la noche puede alterar el pulso cardíaco y fragmentar el sueño. La clave está en el contraste: días brillantes y noches oscuras.
Comer a la hora adecuada
No solo la luz importa. El cuerpo procesa los alimentos de manera distinta según la hora. El hígado, por ejemplo, funciona mejor por la mañana y al mediodía. Comer tarde en la noche altera el metabolismo, dificulta la digestión y eleva la temperatura corporal, justo lo contrario de lo que favorece el sueño. También afecta al microbioma intestinal, que tiene sus propios ritmos.
De ahí la recomendación clásica: desayunar fuerte, almorzar moderado y cenar ligero, al menos tres horas antes de dormir.
Consejos prácticos para dormir mejor
La investigación circadiana ofrece pautas simples y eficaces que cualquiera puede incorporar en su día a día:
- Aprovecha la luz natural. Sal a caminar o trabaja cerca de una ventana durante el día.
- Usa luz adecuada en interiores. Si es posible, opta por lámparas LED que imiten la luz diurna.
- Reduce la luz nocturna. Baja la intensidad de las lámparas por la tarde y evita pantallas brillantes antes de dormir. Si necesitas levantarte de noche, usa luces ámbar de baja intensidad.
- Mantén horarios regulares. Acuéstate y despiértate a la misma hora, incluso los fines de semana.
- Cena temprano y ligero. Evita comidas pesadas o muy calóricas cerca de la hora de dormir.
- Limita cafeína, alcohol y azúcar. Estos productos pueden fragmentar el sueño o reducir su calidad.
- Incluye alimentos beneficiosos. Frutas, verduras, nueces y lácteos ligeros pueden favorecer un descanso más reparador.
- Haz ejercicio. La actividad física, especialmente por la mañana, ayuda a consolidar el sueño nocturno.
Más que dormir muchas horas
Dormir bien no significa solo acumular horas de sueño. Lo importante es que ese descanso esté alineado con nuestros relojes internos. De hecho, los estudios muestran que una rutina de sueño irregular puede ser más dañina que dormir poco.
La ciencia circadiana nos invita a replantear la manera en que entendemos el descanso. No se trata de buscar trucos milagrosos, sino de recuperar un ritmo de vida más cercano a nuestra biología: días luminosos, noches oscuras, comidas a horas regulares y descanso constante. Una receta sencilla, pero con efectos profundos en la salud y la longevidad.

