Parece claro que existe una correlación entre practicar ejercicio físico y tener menos riesgo de padecer cáncer. Pero ahora un estudio ha comprobado que no es necesario ir a un gimnasio, sino que también son beneficiosas en este sentido actividades físicas incidentales como hacer un mandado a pie, hacer trabajos domésticos como la limpieza de la casa, jugar con los niños en el parque o, en general, realizar cualquier ráfaga de actividad física vigorosa integrada en la vida cotidiana.
Este estudio, comentado por sus autores en The Conversation, fue realizado sobre un universo de 22398 personas con una media de edad de 62 años que nunca habían sido diagnosticadas con cáncer ni tampoco realizaban ejercicios físicos estructurados como los que se hacen en los gimnasios. A los participantes se les colocó en sus muñecas y durante una semana monitores para poder seguirles continuamente su nivel de actividad a lo largo del día. 6,7 años más tarde se comprobó si había correlación entre lo que los investigadores llaman “actividad física vigorosa intermitente de estilo de vida” y la aparición de cáncer u otros problemas de salud. Los análisis tuvieron en cuenta otros factores que influyen en el riesgo de cáncer como la edad, el tabaquismo, la dieta y los hábitos de alcohol. En caso de que la persona hubiera contraído un cáncer se distinguió entre 13 tipos de ellos.
Lo que se descubrió
El estudio llegó a la conclusión de que un mínimo de alrededor de 3,5 minutos cada día de actividad incidental vigorosa se asociaba con una reducción del 17 % en el riesgo total de cáncer en comparación con no realizar ninguna actividad de este tipo. La mitad de los participantes hicieron al menos 4,5 minutos al día, y eso se asoció con una reducción del 20 % en el riesgo total de cáncer.
Para cánceres como el de mama, pulmón e intestino, que se sabe que se ven afectados por la cantidad de ejercicio, la reducción del riesgo fue aún mayor. Así, un mínimo de 3,5 minutos por día de actividad incidental vigorosa redujo el riesgo de estos cánceres en un 28 %. Para 4,5 minutos al día, el riesgo se redujo en un 31 %.
Es decir, tanto para el cáncer total como para aquellos que se sabe que se saba que palia el ejercicio, los resultados mostraron claramente los beneficios de realizar actividades cotidianas “de las que te hacen resoplar” aunque fuera solo durante tres o cuatro minutos al día, tiempo que es muy pequeño en comparación con las recomendaciones médicas de 150–300 minutos de intensidad moderada o 75–150 minutos de actividad vigorosa a la semana.
Limitaciones científicas del estudio
Hay que tener en cuenta que este estudio es del tipo observacional, por lo que no permite certificar la existencia de una verdadera relación causa–efecto. Por tanto, aunque se minimizó estadísticamente la posibilidad de que aquellas personas con menor actividad fueran los menos sanos y, por lo tanto, los más propensos a contraer cáncer, el estudio no puede explicar los mecanismos biológicos que eventualmente expliquen cómo las actividades vigorosas pueden reducir el riesgo de cáncer. No obstante, los autores observaron en los ensayos previos que este tipo de actividades conduce a mejoras rápidas en la capacidad cardíaca y pulmonar. Además, una mejor condición física está relacionada con otros beneficios como una menor inflamación crónica, que es factor de riesgo para el cáncer.
La falta de sentido común
Independientemente de que las conclusiones del estudio sean acertadas o no, el sentido común dice que es bueno hacer este tipo de actividades vigorosas, no solo para nuestra salud, sino para la del planeta en conjunto. Sin embargo, hacemos poco caso de nuestra intuición y seguimos yendo en coche a hacer una compra pequeña a un supermercado que está a 200 metros de distancia, subimos en ascensor al primer piso, evitamos hacer aunque sea una corta etapa de nuestro transporte diario caminando o tenemos guardada la bicicleta en el trastero porque no concebimos que esta sirva como medio de transporte, sino solamente para “hacer deporte”.