viernes, 19 diciembre 2025

Nuestro sexto sentido: la propiocepción

La propiocepción es la capacidad del cuerpo para detectar y controlar la posición y el movimiento de sus partes sin necesidad de utilizar la vista. Es una forma de «sentido interno» que nos permite saber dónde están nuestras extremidades y cómo se están moviendo en relación con el espacio que nos rodea.

La propiocepción es esencial para el control motor y la coordinación. Funciona gracias a una red de receptores sensoriales ubicados en los músculos, tendones, articulaciones y piel, que envían información al cerebro sobre la posición y el movimiento de las distintas partes del cuerpo.

Como se ve en la imagen que encabeza este texto, la mujer modificó su postura para mantener mejor el equilibrio, ya que al retirar los brazos de la pared cambió su centro de gravedad.

Ejemplos de propiocepción:

Caminar sin mirar los pies. Cuando caminamos no necesitamos mirarnos los pies para saber dónde están. La propiocepción permite mover las piernas y los pies de manera coordinada sin necesidad de verlos.

Tocar la nariz con los ojos cerrados. Si cerramos los ojos y tocamos la nariz con un dedo estamos utilizando el sentido de la propiocepción para guiar la mano hacia la nariz sin verla.

Mantener el equilibrio. Cuando nos ponemos de pie sobre un solo pie o intentamos mantener el equilibrio en una superficie inestable la propiocepción juega un papel clave al ayudarnos a ajustar la postura y mantenernos erguidos.

Conciencia del cuerpo en el sueño. Incluso mientras dormimos, el cuerpo mantiene una cierta conciencia de su posición en el espacio gracias a la propiocepción. Esto ayuda a ajustar nuestros movimientos y mantenernos dentro de los límites de la cama para no caer al suelo.

Escribir en un teclado. Para escribir con un teclado no necesitamos mirar cada tecla que presionamos. La memoria muscular y la propiocepción nos permiten encontrar las teclas correctas basándonos en la posición de manos y dedos.

Levantar un objeto sin mirarlo. Si estiramos el brazo para recoger una taza de café sin mirar directamente hacia ella, confiamos en nuestra propiocepción para juzgar la distancia y la ubicación del objeto.

La propiocepción es fundamental en muchas actividades diarias y deportivas. Los atletas, por ejemplo, suelen tener una propiocepción altamente desarrollada, lo que les permite moverse con precisión y eficiencia. También es una habilidad que puede mejorarse con el entrenamiento y la práctica, como en ejercicios de equilibrio y coordinación.

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